artmap.com
 
MARCUS STEINWEG
 

¿QUÉ ES UNA COLECTIVIDAD? (2008) TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN DE RAFAEL CAPURRO

Llamo colectividad a una comunidad cuyos miembros sólo están unidos por la ausencia de una relación objetiva o absoluta. La colectividad no es quizá otra cosa que la comunidad sin comunidad evocada – si bien de manera diferente – por Georges Bataille y Maurice Blanchot. El lazo que une a los sujetos conectados en la colectividad no existe o es sólo la no existencia fáctica de la relación. ¿Cómo es posible entonces imaginar una colectividad que se distinga radicalmente de todo otro tipo de construcción social basada en normas o criterios objetivos así como de comunidades absolutas que imploran un fundamento transcendente último? El término latino colligere, que significa juntar y recolectar, indica ya la dinámica del escoger, de la búsqueda de lo común. Colligere significa dejar divagar la mirada a fin de poner un mínimo de orden en la complejidad que es la realidad comenzando a agrupar sus elementos. En el acto de agrupar se ve, con razón, una violencia de simplificación y reducción. La colectividad, concebida más allá de lo comunitario, implica una resistencia frente a la idea de agrupación. La colectividad es evidentemente un grupo cuyos miembros son demasiado diferentes como para someterse a un principio unitario o a un ideal común. La colectividad en la que estoy pensando es una construcción infinitamente frágil. Sí, es una comunidad, pero de tal manera que tiene que arreglárselas sin un fundamento y una finalidad comunes. Es la comunidad de los sin-comunidad en el sentido que no confía en ningún otro tipo de lazo que el de la falta de relación. Es por eso que se debe decir simplemente que este tipo de comunidad no existe. Este es el sentido más extremo de la colectividad: su no-existencia e imposibilidad. Allí donde se forma o comienza a formarse una colectividad hay ya un mínimo de orden compartido o de consistencia de esperanzas y proyectos compartidos así como también de traición compartida respecto a la no existencia que es lo que constituye la colectividad. Cuando no existen medidas que regulan el dinamismo y la existencia de la colectividad tampoco hay una colectividad y sólo existe lo no-existencia o la pura posibilidad de un proyecto oculto latente. Siempre que se trata de la formación de una colectividad se pone en evidencia lo que debe permanecer cerrado: la colectividad misma como sueño, imposibilidad y latencia. Habría que buscar el sentido ontológico de la colectividad en la región de los sueños no siendo éstos más que engaños o fantasmas. Existe el sueño de un lenguaje que se comunica consigo mismo en forma pura y sin ambages, es el idealismo del escucharse hablar a sí mismo (1).

También existe el sueño de un sujeto que se manifiesta completamente en su propia evidencia, que relumbra casi desmaterializado, siendo éste el sueño de un alma que sobrevuela su corporeidad, el sueño de un Ego cogito eterno y autotransparente Existe el sueño de un saber que tiene la necesidad de ausentarse de sí mismo a fin de estar completamente consigo mismo. Es un saber absolutamente idéntico consigo mismo, pura inteligibilidad. Existe el sueño de un futuro que se realiza hoy en cuanto se doblega bajo el pensar que anticipa. Existe el sueño de una comunidad que saca desde sí misma su sentido total, su violencia y plausibilidad, su estabilidad y permanencia. Sueño de una comunidad que, con buenas razones, es lo que es y que en suma existe. La colectividad, su apariencia en el espacio de la historia – de la textura histórica, social y política –, marca un sueño totalmente diferente a dichos sueños. La colectividad es un sueño que interrumpe a la conciencia puramente soñadora – a lo imaginario – llevándola hasta su límite. Es el sueño que se reconoce como lo imposible. La colectividad no tiene ningún tipo de apariencia en la historia que no fuese ya una auto-traición y ella no es al mismo tiempo otra cosa que esta apariencia auto-traidora, este sueño que se reconoce como sueño. Esto es lo que distingue a la colectividad de los fantasmas y sueños que surgen de la fantasía de una identidad fundamentada, garantizada y teleológicamente fija. En la colectividad se manifiesta el límite del fantasma de la identidad, puesto que ambas cosas, apariencia y no existencia, le pertenecen. (2)

La ausencia de criterios objetivos y absolutos hace de la colectividad una imposibilidad, es decir el sueño de una comunidad por encima de todas las particularidades e intereses. Y, sin embargo, la colectividad así entendida es algo diferente a la comunidad del nosotros de la subjetividad transcendental a la que se refiere Husserl. La subjetividad transcendental es la familia del nosotros de entidades autoconscientes que reciben, en base a su membresía y pertenencia al nosotros transcendental, el goce puro de la autorización ontológica. El ser parte del nosotros transcendental hace del sujeto empírico un miembro de la familia, dependiendo completamente de la ley familiar – en este caso de la ley que es la subjetividad transcendental misma, una ley que obliga a la autoidentidad. Lo que yo llamo colectividad es la figura soñada de una comunidad sin leyes, de sujetos que no confían en otra cosa sino en su singularidad y su soledad ontológica. Se trata de una confianza que, como toda confianza, no tiene fundamento, es ciega. La diferencia entre el sujeto de la subjetividad del nosotros y la singularidad de esta confianza hiperbólica se podría formular de la manera siguiente: el sujeto de la comunidad del nosotros no confía puesto que sabe. Es sujeto de su saber, sujeto de autoconciencia a quien le es dada originariamente su capacidad de orientación, un saber programado, que se sigue programando, permaneciendo dentro del marco de una identidad previamente otorgada. Es un sujeto encuadrado en sus certezas, opiniones, esperanzas y angustias, las cuales no lo van a tomar totalmente en su poder – de esto puede estar seguro – puesto que él sabe que se trata de alegrías y preocupaciones compartidas. Este sujeto no va a caer fuera del marco, no puede hacerlo. Se trata de un sujeto extendido completamente por sobre su familia ontológica. Todas sus experiencias son excursiones familiares. Ninguna experiencia lo puede conducir al límite de su familiaridad la cual le permite también conocer el límite de sus formaciones comunitarias.

Pero el sujeto que yo quiero llamar sujeto de la colectividad es un sujeto que está inmediatamente relacionado con el límite. Es un sujeto sin subjetividad. En lugar de sacar provecho del patrocinio transcendental de la subjetividad universal, este sujeto se mueve en su espacio con otros sujetos que están mucho más desamparados, mucho más desnudos en su espacio, que es su espacio vital. Este es una dimensión más allá de cualquier tipo de seguridad estructural o empírica, es un espacio vital y desnudo propio de un sujeto de desnudez o pobreza ontológica, entendiendo aquí por pobreza la riqueza de una existencia anterior o más allá de la identidad. El sujeto de la colectividad sueña, en medio de una realidad que es el mundo, el sueño de una colectividad de sujetos cuya asociación es sin identidad, es decir, sin presupuestos puesto que el mundo como mundo único es ya esto: espacio vital de sujetos que no deberían engañarse a menudo en lo que se refiere al contacto directo con lo inconmensurable o sea, finalmente, con la inconsistencia de sus vidas mismas.

¿Qué es una colectividad? Una colectividad es un sueño con valor de verdad. Un sueño que es más que un sueño, sin por eso volverse ya realidad o posibilidad. El sujeto de la colectividad se mueve en el límite entre posibilidad e imposibilidad. No cesa de soñar el sueño de una humanidad sin exterioridad al mismo tiempo que reconoce que esta exterioridad es el espacio vital propio del ser humano. La colectividad es la relación de todos los seres humanos bajo la medida de la falta de medida a la que yo llamo lo inconmensurable o la verdad del sujeto, en tanto que verdad no quiere decir otra cosa que la no existencia de un segundo mundo. En la colectividad se realiza aquello que se opone a su representación en el espacio de las apariencias, es decir, el sueño de una comunidad de sujetos quienes, sin conocerse o comprenderse, comparten el espacio de sus vidas, dichas y humillaciones con el fin de explorar juntos y cada uno por sí mismo, en el aquí-y-ahora de un mundo compartido, nuevas formas de vida, un pensar nuevo, otra realidad.