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MARCUS STEINWEG
 

EL SÍ MISMO DEL AMOR (2004)

El sujeto del autoenderezamiento es sujeto de la diferencia entre amor y sentimentalismo. Él es sujeto del autocombate. Debe combatir al (propio) sentimentalismo, al pequeño sentimiento y a sus efectos achicantes, a fin de volverse sujeto del amor, de su pujanza, intensidad, crueldad e infinidad. El sujeto del amor toca a lo real o a lo externo a fin de que por intermedio de este toque pueda transformarse en otro del que es. En lugar de amarse y de enmurallarse en el odiarse narcisista, comienza a alzarse contra su sí mismo actual como sí mismo del amor (es decir del toque del otro). Comienza a afirmar al otro, a lo externo, al caos o a lo real como su verdad.

Esta afirmación es algo muy diferente al mero respeto puesto que se trata de algo más arriesgado, requiere más coraje amar (arriesgar el toque de lo intocable) que respetar (es decir el neutralizar al ser diferente del otro en base a una ”fraternización” apresurada y temerosa). El respeto se conserva a través de una cierta distancia. Esta es la distancia de la fraternización. Amar significa renunciar a esta distancia, arriesgar una identificación con una alteridad real, sin diferencias fácticas, ni distinciones objetivas, ni multiplicidad de hecho, y sin negar, ni neutralizar ni ignorar tampoco la absoluta inconmensurabilidad del otro.

El sujeto de la filosofía así como el sujeto del arte son sujetos de este amor de identificación (y de la violencia que pertenece a este tipo de amor). Filosofía y arte son movimientos amorosos arriesgados, movimientos de exaltación, de autoprecipitarse y de autoderroche, los cuales aseveran una diferencia objetiva a fin de afirmar una proximidad absoluta. Die pura diferenciación no es nada mas que algo negativo. Ella obedece a los principios de la limitación, la exclusión y la negación. Filosofía y arte son movimientos afirmativos del pasaje más allá de lo puramente negativo. Filosofía y arte tienen que arriesgar la más posible la cercanía a lo incomprensible o inconmensurable, una especie de proximidad ciega, descabellada, excesiva con el otro, la intimidad abismal con lo imposible, el amor radical hacia algo que supera los propios límites y posibilidades. Esto es lo que arte y filosofía pueden lograr: obligrse a hacer lo posible por amor a lo imposible, lo imposible por respeto a lo posible.

El sujeto del arte y del amor filosófico se afirma como sujeto de su voluntad y de su amor al autoerigirse. Lucha contra la normalidad de lo irresoluble, a fin de devenir anormal en relación a su normalidad. Es sujeto de una perversión elemental que sacude a su ser. En medio de lo irresoluble (a lo cual ni niega ni lo vuelve inofensivo) se autoafirma como sujeto de sus decisiones puesto que el ”realismo” del sujeto del autoerigirse no es el ”realismo” de la verdad de los hechos fácticos. El lugar de los hechos, el cual tiene su propia irresolubilidad y complejidad, se limita a la situación objetiva (del sujeto). La situacionalidad del sujeto no está meramente condicionada por la facticidad de su determinantes, leyes y estructuras. El sujeto es más que el producto de su historia. No se agota en ningún tipo de ser-objeto meramente pensado. El sujeto tiene la fuerza (es por esto que se llama sujeto) de ser algo radicalmente diferente a un objeto. Es también más que un sujeto que se contrapone a objetos. La situacionalidad del sujeto es la escena de una autosuperación permanente. Sujeto es aquello que se audodesploma.