Parra & Romero

Gonzalo Lebrija

14 Dec 2006 - 27 Jan 2007

GONZALO LEBRIJA
Columba livia

El término “escatología” tiene dos significados paradójicos. Por una parte, se refiere al conjunto de creencias y doctrinas relacionadas a la vida de ultratumba; por la otra, es el tratado de las cosas excrementicias, relativas a la suciedad, a los residuos últimos de la digestión. No es esta la única palabra que remite a dos sentidos aparentemente contradictorios: pathos, también de origen griego, responde por igual a los significados contrapuestos de dolor y placer, de tristeza y pasión, de enfermedad y exaltación.
Una condición parecida comparte Columba livia, la pieza que presenta Gonzalo Lebrija, con una obra anterior, La mierda es un don del cielo, una fotografía única de gran formato que se exhibió en el contexto de la instalación 15753 Kms (2002). En esa pieza, Lebrija construyó un cubo blanco, profusamente iluminado también con potentes luces de igual color, para exponer una sola foto de gran formato en la que se observa el excremento de un ave estrellado contra el parabrisas de un auto.
Columbia livia (el nombre científico de la paloma común), en cambio, parece ser, literalmente, la obra en negativo de esta pieza. Dentro de un armazón pintado de negro, Lebrija expone otra vez una sola imagen. Se trata del vidrio de un ventanal recuperado por el artista del edificio más alto de la ciudad. En él aparecen las figuras fantasmales de una (¿dos?) paloma(s) estrellada(s) contra el vidrio y que dejaron la huella confusa de su(s) cuerpo(s) como producto de tal accidente. Si bien las figuras son ambiguas, sus detalles, sin embargo, parecen dibujados con una asombrosa precisión y pueden observarse en el foco de la única luz puesta en esta especie de recinto espiritual construido ex profeso. La instalación se complementa con un misterioso ruido de fondo, grabado en el interior de la catedral de Guadalajara (México) en el intermedio de dos servicios religiosos.
Estas dos piezas comparten un carácter eminentemente dramático. Se trata del azar puesto a la vista: las caras de la comedia y la tragedia que se unen por un vínculo doblemente escatológico: el excremento y la muerte. Ambas piezas evidencian una condición última, la cual, se representa como circunstancia dramática: una nos mueve a la risa y otra nos anima a la reflexión.
En una combinación de azar e historia, estos trabajos resultan de la resignificación de un accidente trivial o cotidiano; las dos aluden a una historia o historias por contar, pero, al mismo tiempo, ambas eluden revelar los elementos que estructuran su carácter narrativo, pues sus lecturas posibles sólo suceden en la imaginación del espectador.
De este modo, mientras que La mierda es un don del cielo podría observarse como la representación de un accidente rebajado a su terrenalidad cómica, Columba livia es un percance elevado a su condición metafísica, la representación de una pregunta apremiante, pero al mismo tiempo ambigua, que sentimos irresistible, pero que apenas es murmurada en nuestra conciencia. Se trata, en todo caso, de una situación primordial, que apela al origen de las formas, a un primigenio estado esencial que nos resulta ajeno.
La primera condición de la existencia de un ser es su forma, es decir, cualquier ente debe estar determinado dentro de ciertos límites que lo definen y lo hacen cognoscible. La paloma o palomas (no sabemos siquiera si se trató de una o dos) quedaron suspendidas en la mitad de ese trance: nos damos cuenta que tienen forma, pero ésta no nos revela todos sus límites.
Como resultado, una figura fantasmal parece tocar a nuestra ventana trayéndonos un oscuro mensaje. Quiere entrar, pero no puede. Tampoco puede desaparecer sin dejar huella: se nos presenta nítidamente en sus particularidades, pero oscuramente en su figura total. Es algo que está ahí, simplemente, algo que puede pasar desapercibido, pero que extrañamente no podemos ignorar. Es el recordatorio de nuestros límites: la muerte como un umbral de trascendencia, un instante suspendido entre dos mundos.
En ambas piezas se alude dramáticamente a una presencia/ausencia escatológica, última o primera: la mierda y el espíritu. Ambas imágenes tienen un límite material que no pueden traspasar y que les dan forma. El vidrio del auto y el vidrio de la ventana hacen posible la figuración, la fijan y la cualifican. Quizá sólo por esa circunstancia podemos reconocer los linderos de nuestra humanidad: el azaroso confín de nuestra condición vulnerable. Aluden, también, a los dos polos ciertos de nuestra trascendencia y terrenalidad, que dialogan y se tocan escatológicamente: la ligera pesadez de la mierda, que se transforma en la pesada levedad del espíritu.
Baudelio Lara

© Gonzalo Lebrija
 

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