La Casona

Havana Biennale

11 May - 11 Jun 2012

© José Manuel Fors
Paraguas, 2011
diameter 130 cm
HAVANA BIENNALE
11 May - 11 June 2012

XI Bienal de La Habana
Artista: Santiago Rodríguez Olazábal
Proyecto de exposición personal
Espacio: Parque Morro-Cabaña

Estudiando un texto de Ifá, tocante a la paciencia, el buen carácter, la despedida de los difuntos a fin de que sus almas tengan una acogida apropiada de acuerdo al comportamiento que mantuvieron en la vida que acaban de dejar, y la similitud que existe entre la muerte y el sueño, hallé una oración del Libro de los Muertos del Antiguo Egipto que dice, Déjenme permanecer en la tierra y no morir en un amentet, déjame ser un khu* por siempre y para siempre.... Este verso llevó a una entrevista que leí de Michelangelo Antonioni, después que recibiera el premio León de Oro, otorgado a su película El Desierto Rojo, en el Festival de Cannes, Francia, donde dijo que él pudo apreciar mientras filmaba algunas escenas de esta producción en sus viajes por las afueras de Roma, cómo el paisaje de uno de los extensos bosques de pinos que la circunvalaban se iba transformando poco a poco en el accidentado paisaje de lo que sería la futura zona industrial de la ciudad. Según el propio Antonioni, esta idea de cambio era parte esencial del guión del filme.
Buscando en estas lecturas un paralelo, llegó a mis ojos el recuerdo de una anhelada excursión que a finales del año 1998 hice en compañía de mi familia a Cienfuegos. Primero, con la curiosidad de reencontrarme con la ciudad hermosa que conocí a los doce años de edad y el propósito frustrado de enseñarles a ellos la casa que fue propiedad de mi familia materna. Segundo, continuar el camino para conocer la Trinidad colonial, que recorrimos en dos horas. Durante casi todo el trayecto (ida y retorno) sólo apreciamos un paisaje agreste, triste, de tierra abandonada, colmada de una sequía que nos corrompía el alma.
Estas impresiones, en apariencia disímiles, me posibilitaron concebir las primeras formas para la obra-instalación PERMANECER EN LA TIERRA, que desde entonces es el pretexto para representar mi visión personal de la percepción de esa gran imagen que es el tiempo y ¡¿cómo?!, en múltiples ocasiones, la espera inmoviliza la memoria y el ritmo de los silencios de ese irrecuperable tesoro, quebrantando de una u otra manera la existencia.
El proyecto es una ilusión. Con él intentaré significar el sentido efímero de lo breve (desde el instante que todos los componentes de la obra invadan la galería hasta su partida) con algunos dibujos hechos a la sanguina sobre lienzos de gran formato libres de bastidores, emplazados directos a los muros, combinados con disímiles objetos tridimensionales, algunos de uso doméstico, como cestas, canastas, vasijas, cazuelas de barro, tres cruces grandes de madera creadas para la instalación. Además, 16 esferas y la escultura de un pescador a medio torso de 150 cm de altura elaboradas en fibra de vidrio, que irá sobre un espejo con un tamaño aproximado 3x2 m (para imitar el espectro del agua), instalado directamente en el piso y al centro de una de las salas: la introspección exteriorizada y reflejada, hecha pública y puesta a vista. Cual objetualización de mi espiritualidad, esta escultura proyecta la dimensión histórica y social a la que accede el hombre a través del arte. Cada elemento, sea lienzo u objeto y aún los que tengan una apariencia acumulativa, tendrán una ubicación justa, apropiándose y fluyendo, dentro su sitio y de todo el espacio.
La exposición toda será una gran obra instalativa cuyo lugar específico no determina más que el propósito final: desacralizar los volúmenes y espacios a fin de dinamitar conceptos ortodoxos que puedan crear barreras para el consumo final de lo que pretendo mostrar: sensaciones que a veces se tornan sinestésicas y que, por ende, deben tener la menor cantidad de obstáculos para su percepción.

*Ser un khu, es ser un espíritu luminoso.

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Artista: José Manuel Fors
Título: Pormenores

A José Manuel Fors no le interesa la fidelidad a un soporte artístico o manifestación en específico. Ha transitado desde clásicas expresiones pictóricas hasta la más pura objetualidad, pasando por la fotografía manipulada, cuyo original formato bidimensional suele detonar. Lo que sí le resulta imprescindible a Fors es el ambiente que rodea sus piezas. Así, recurre a recursos varios como la composición o la variabilidad de texturas que “sacan” las obras del marco al espacio. Incluso sus fotos más tradicionales (digamos “Hojarasca”) son la documentación, el resultante visual, de un proceso instalativo.
Su discurso, desde el predio que escoja, es siempre sobre lo elemental, adherido a la esencia, a lo que todos tenemos. Tal vez por el consciente desprendimiento de variantes conceptuales, su apego a preguntas cruciales es ineludible. Quiénes somos, de dónde venimos y de qué estamos hechos, se presentan como signos de interrogación constantes, y acaso únicos, en el universo de este artista. El imaginario de lo cotidiano, de los afectos más elementales es definitivamente el continente y contenido de su obra artística. Es así que referente se convierte en símbolo y símbolo en metáfora: ciclo perenne.
Fors toma como centro de toda su obra al hombre, su proceder e íntimo sentir, lo que necesita, sus condiciones, lo que le rodea, le importa y le influye. Es eso para él lo importante: la sensación de hogar que puede ser el universo propio, el propio universo.
 

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